Que es el CIIE?

QUE ES EL CIIE?

El CIIE (Centro de Capacitación, Información e Investigación Educativa) es un organismo descentralizado destinado al desarrollo de ofertas de formación docente continua, que articulan la administración de la Biblioteca Pedagógica Distrital, el relevamiento de documentación y la sistematización de experiencias educativas e investigación con las dependencias de la Administración Central con responsabilidades específicas al respecto (art. 96 de la Ley de Educación Provincial 13688/07).

Nuestra institución depende de la Subsecretaría de Educación y proyectos Especiales , Dirección de Capacitación Docente Continua.

Entre sus funciones se destacan:

- Desarrollar acciones y proyectos de capacitación, innovación, asesoramiento y actualización de docentes, con el Equipo Técnico Regional, interactuando con otros CIIES, con el Nivel Central de Capacitación y Coordinación de la Provincia de Buenos Aires.

- Difusión cultural, a partir de los servicios de biblioteca, documentación e información a docentes.

- Divulgar información local, y participar en actividades locales y regionales relacionadas a nuestra actividad (Ej. Feria del Libro)

sábado, 5 de marzo de 2011

SIGA,SIGA EL BAILE AL COMPÁS DEL CARNAVAL

“El carnaval no puede ser extinguido. Es una tradición de la humanidad que se perpetúa a través de los siglos. Es una necesidad del espíritu... El pueblo se muestra tal cual es en estos días de desorden autorizado, mas puede medirse su estado de moralidad y cultura en medio de las locuras del carnaval, que en los comicios públicos o en los actos íntimos de la vida.”
 La frase es de Domingo F. Sarmiento, quien era realmente feliz en carnaval y hasta jugaba con agua siendo presidente.
Pero estas fiestas que se celebran a lo largo y ancho del mundo, tiene particulares historias en nuestro país cosechando  fervientes adeptos y fanáticos detractores.
SE ACERCAN LOS DÍAS CONSAGRADOS A ESA BRUTAL DIVERSIÓN, LEGADO DE NUESTROS OPRESORES. Así declaraban los titulares de "El porteño", periódico de 1833.
Pero como bien dice nuestro antepasado protestón, en los siglos pasados el carnaval se festejaba con una violencia increíble.
Fue cambiando, poco a poco, a través de los años, influenciado por el también lento cambio cultural de nuestra sociedad.
El carnaval fue legado por los españoles, con ellos llegaron a nuestras tierras estos festejos de antigua data en al continente europeo.
Se comienza a festejar entre  nosotros como una fiesta cristiana, o por lo menos en un ámbito cristiano, ya que el carnaval son los tres días anteriores (sábado, domingo y lunes) al miércoles de ceniza, que es cuando comienza la Cuaresma.
La cuaresma es un período de ayuno observado por los cristianos como preparación para la Pascua. Por todo esto, los tres días de carnestolendas o carnaval, eran festejados a pleno, porque luego vendría un período de ayuno completo, también para las fiestas.
Como bien dice una antropóloga "el carnaval aparece como un absurdo; encarna la sublimación del ocio. El sinsentido del hacer para despilfarrar." En esta fiesta, el disfraz propone la confusión de los lugares sociales y hasta la de los sexos, esclavos disfrazados de señores y al revés, humanos disfrazados de animales, hombres transformados en mujer, etc. Por esta suspensión de lo establecido se lo tildó muchas veces de subversivo.
Nuestro carnaval ha adquirido muchas formas a lo largo de sus cientos de años de vida, pero la costumbre que siempre reino, es la de arrojarse agua.
El abuso de esta costumbre fue la causante de las distintas prohibiciones que se le impusieron a esta divertida fiesta. Nadie quedaba fuera del carnaval, todos se divertían en esos tres días en los cuales la ciudad parecía un campo de batalla; ricos, pobres, blancos, negros, desconocidos, conocidos, todos participaban.
El mismo Domingo F. Sarmiento era un gran adepto al carnaval y no se molestaba en  lo más mínimo si le arrojaban agua cuando era presidente.
Como se dijo, la costumbre de mojarse uno a otro en carnaval, la trajeron los españoles, a pesar que en España el carnaval cae en invierno.
Ya desde el siglo XVIII los bonaerenses se mojaban los unos a los otros.
En 1771 el Gobernador de Buenos Aires Juan José Vertíz  implantó los bailes de carnaval en locales cerrados. Los bailes se oficializaron, a efectos de atenuar las inmorales manifestaciones callejeras de los negros, que habían sido prohibidas el año anterior.
Por esa misma época, un grupo de gente descontenta con los bailes justo antes de la cuaresma, y según decían por los excesos que ocurrían en ellos, llevaron su descontento ante el mismísimo rey de España.
El rey envió de inmediato dos órdenes a Vértiz, el 7 y 14 de enero de 1773, por las cuales prohibía los bailes y le encargaba que arreglase las escandalosas costumbres en que había caído la ciudad.
Vértiz, no se quedó callado, le protesto al rey diciendo que como se bailaba en España, también se lo podía hacer en Buenos Aires. Pero el rey Carlos III promulgó una ley el 16 de diciembre de 1774, en la cual prohibía los bailes de carnaval, alegando que él nunca los había autorizado en las Indias.
Como ustedes se imaginaran no se respetó la prohibición, tanto que los festejos degeneraron y ya en la época del virreinato, el virrey Cevallos se vio obligado a prohibir los festejos de carnaval. "...conviniendo remediar este desorden con el presente prohibo los dichos juegos de Carnestolendas...", decía el bando del virrey, y sigue "... ha tomado en pocos años a esta parte tal incremento en esta ciudad [...] en ellos se apura la grosería de echarse agua y afrecho (salvado), y aun muchas inmundicias, unos a otros, sin distinción de estados ni sexos...". Seguía diciendo que la gente, se metía en las casas y reventaban huevos por todos lados, hasta robaban y rompían los muebles.
Los excesos no disminuían, y si lo hacían era por poco tiempo.
El 13 de febrero de 1795 el virrey Arredondo promulgó el bando acostumbrado prohibiendo "los juegos con agua, harina, huevos y otras cosas".
En los años siguientes a la Revolución de Mayo, se volvió muy común entre la población, en especial entre las mujeres, la costumbre de jugar en forma intensa con agua. Para ello utilizaban todo tipo de recipiente, desde el modesto jarro, hasta los huevos vaciados y rellenos de agua con olor a rosa, pasando por baldes, jeringas, etc.
Los huevos eran vaciados y llenos con agua, pero no siempre con agua aromatizada, a veces solo se tiraban huevos podridos.
Entre la gente acomodada se usaba, comprar los huevos de ñandú, rellenos de agua con olor a flores, como hoy se venden las bombitas los huevos se vendían en las esquinas. Las azoteas de las casas se convertían en verdaderos campos de batalla acuáticos, y más de un transeúnte se ligó una fresca catarata de agua. La batalla por una azotea entre hombres y mujeres, todos jóvenes, era divertidísima y terminaba con la inmersión de los perdedores en una tina o bañadera.
Esta costumbre de mojarse solo se utilizaba en la ciudad, no se había generalizado todavía en la campaña ni en las ciudades aledañas a la capital virreinal.
Un escritor inglés dice para 1820: "Llegado el carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojándose baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa." Y sigue "Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito."
En las calles eran más encarnizadas las luchas con agua, ya que en ellas intervenían los esclavos, que mojaban a todo el mundo, se daban pequeñas venganzas, y más de uno no se la aguantaba pasando a las manos, que muchas veces terminaba con heridos o algún muerto. Por eso cada comienzo de carnaval se dictaban medidas preventivas, que nunca funcionaban porque los policías también jugaban al carnaval y los que estaban de servicio preferían alejarse de los lugares de lucha, para no ligarla ellos también.
El carnaval de 1827 fue mucho más tranquilo y los juegos con agua casi ni se vieron, las continuas quejas de años anteriores habían hecho efecto, aunque más que nada se debió a la determinación de la policía de conservar el orden, algo que nunca había ocurrido. Pero esta moderación solo duro dos años, ya en 1829 vuelve la violencia.
Dice un periódico: "Hemos oído asegurar que no han faltado brazos ni piernas rotas, ojos sacados, pistoletazos, etc.". Esto porque otra vez los policías eran los primeros en jugar. Los juegos con agua siguieron, no siempre violentos.
En los tiempos de Juan Manuel de Rosas, el carnaval era esperado con mucho entusiasmo, en especial por la gente de color, protegidos de Rosas.
Para el carnaval de 1836 se permitieron las máscaras y comparsas, siempre y cuando gestionasen anticipadamente una autorización de la policía. Para esta época el carnaval estaba ya muy reglamentado para prevenir desmanes. Solo se permitía el juego en los tres días propiamente dichos de carnaval, y el horario era anunciado desde la Fortaleza (actual Casa Rosada) con tres cañonazos al comienzo, 12 del mediodía, y otros tres para finalizar los juegos, al toque de oración (seis de la tarde). También se tiraban cohetes, para los cuales había que tener permiso de la policía.
Para los juegos en esta época, se movilizaban carros con tinas de agua, jarros, jeringas, huevos de ñandú, también se usaban vejigas llenas de aire, con las cuales se golpeaba a los transeúntes. Estos juegos generaban verdaderas batallas campales. Luego del cese, de los juegos con agua, continuaban los festejos con reuniones particulares, que a veces terminaban a la madrugada.
 Las costumbres del carnaval, en época de Rosas, fueron cayendo en excesos, llegando hasta el máximo desbordamiento.
La gente se divertía muchísimo, no había ni clase ni estrato social que no jugara al agua en carnaval. Pero como en todo estaban los exagerados, que llegaban a las manos, y muchas veces ocurrían desgracias. También estaban los que no disfrutaban de estos juegos y no dejaban de quejarse por medio de revistas y periódicos. Muchos de estos últimos se iban de la ciudad por esos tres días de carnaval. Los excesos, ¿cuáles eran los excesos?, se preguntaran. Estaban los que aprovechaban para entrar en las casas y robar, los que se aprovechaban de las mujeres que jugaban al carnaval, manoseándolas, rompiendo sus ropas y hasta violando.
También se catalogaban como excesos algunos que ahora son muy comunes en carnavales como los de Río de Janeiro o Gualeguaychu: "Las negras, muchas de ellas jóvenes y esbeltas, luciendo las desnudeces de sus carnes bien nutridas...", decía José M. Ramos Mejía de esa época.
Por esta época los festejos de carnaval se habían extendido a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires. Los juegos con agua predominaban, pero también había bailes. Estos eran muy importantes, comenzaron en domicilios particulares, a principios de este siglo (s. XX) tomaron la posta los clubes de barrio.
Pero siguiendo con los "carnavales de Rosas", los grandes protagonistas y protegidos de Rosas, eran los morenos. Los negros se dividían en "naciones", y se juntaban en "tambos" a danzar al ritmo de sus candombes. El mismo Rosas concurría a los "huecos" donde los morenos festejaban. Por nombrar una, en 1838 acudió a la fiesta realizada por la "nación" "Congo Augunga", en la esquina de las actuales San Juan y Santiago del Estero, acompañado de su esposa Encarnación y su hija Manuelita.
Una costumbre en esta época era la llamada "día del entierro". Los vecinos de cada barrio colgaban en algún lugar un muñeco de paja, al que llamaban Judas, que luego era quemado, en medio de una fiesta general.
Pero no todo era diversión, los desmanes y las escenas "poco decorosas" aumentaron llegando a ser "repulsivas". Rosas decidió cortar por lo sano y prohibió todo festejo de carnaval el 22 de febrero de 1844. La prohibición se extendió también a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires.
Las celebraciones se reanudaron recién en 1854, con Rosas fuera del poder. Pero el carnaval volvió muy reglamentado, se realizaban bailes públicos en diversos lugares, previo permiso de la policía. Había mucha vigilancia policial para prevenir los desmanes de las décadas anteriores.
En 1858 aparece la primera comparsa y en 1869 se realiza el primer corso, con la participación de máscaras y comparsas. Al año siguiente, se incorporan carruajes.
Entre finales del siglo XIX y las primeras décadas de 1900, los corsos alcanzaron su máxima popularidad, pero a partir de 1915 las comparsas comenzaron a desaparecer, y surgen las murgas, con características diferenciadas en el tipo de música y formas de manifestación, siendo más grotescas y picarescas.
Los feriados de carnaval  regían en el país hasta el golpe militar de 1976, cuando el entonces dictador Jorge Rafael Videla emitió un decreto -el 6 de junio de ese año- anulo del calendario el mayor festejo popular. Pero volvió a estar vigente este año tras el decreto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en noviembre del 2010.
La restitución de estos feriados se inscribe dentro de la recuperación de la identidad, la memoria y la alegría que representan los festejos de esta histórica fiesta popular, y tras un largo reclamo de las agrupaciones carnavaleras.

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